Entre bacterias que reducen la inflamación del intestino y estudios sobre elementos ambientales que resultan tóxicos para el cuerpo se puede llegar al cruce entre la Biotecnología y la biología celular.
Aunque esta esquina sea poco conocida, Belén Harreguy y Giuliana Mastropietro dedicaron ocho meses a trabajar en ella desarrollando dos estudios que exploran la colaboración entre ambas disciplinas.
“Mi tesis está aplicada al área médica”, explica Mastropietro, Licenciada en Biotecnología, quien desarrolló un modelo celular que permite detectar bacterias que reducen la inflamación del intestino y así regular algunas enfermedades como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa crónica.
A partir de células de cáncer de colon obtenidas en un banco de células, Mastropietro creó una línea celular, es decir un grupo de células que fueron modificadas para cumplir un objetivo determinado.
Esta línea en particular permite medir los efectos de distintos microorganismos probióticos para evaluar sus capacidades y analizar cómo pueden modular las diferentes enfermedades inflamatorias.
El tema surgió en la unidad Biología Celular del Institut Pasteur en donde Mastropietro realizaba una beca. “Me gustó porque me gusta mucho el área de la medicina, el tratamiento de las enfermedades”, cuenta. “En la industria láctea de nuestro país determinar estos microorganismos podría servir para ponerlos en las leches, los quesos y otros lácteos. Eso sucede con algunos yogures, por ejemplo los que dicen L casei defensis, eso es un probiótico”.
Belén Harreguy, también Licenciada en Biotecnología, realizó su tesis a partir de otra línea celular, la línea T47D-KBluc, que se utiliza para analizar ciertos compuestos en el agua o en el ambiente y determinar si pueden ser perjudiciales para la salud humana.
Para el estudio se adquirió en un banco de células de Estados Unidos una línea celular creada específicamente para detectar esos compuestos, denominados perturbadores endócrinos por afectar la parte hormonal del organismo.
“Usé una línea celular reportera que cuando siente que hay uno de estos compuestos en el medio en el que se encuentra creciendo genera una proteína que luego se puede medir porque genera una luz”, explica. “Cuando vemos esa luz podemos saber qué tan perjudicial puede ser para el ser humano”.
El trabajo consistió en poner a punto la técnica para poder utilizar la línea efectivamente; es decir, ver cómo crece, cómo se mide, cuánta cantidad de compuestos reaccionan a ella, entre otras cosas. El trabajo insumió ocho meses.
“Acá esto era nuevo y además cada laboratorio necesita ajustar sus protocolos, porque puede ser que el medio de cultivo que yo uso no sea el mismo que usan otros laboratorios y eso cambia increíblemente”, explica Harreguy.
Los compuestos que se analizaron con la línea fueron el Bisfenol, que se encuentra en plásticos y se libera cuando se calienta el plástico en el microondas o al sol, el Etinil-estradiol, que se encuentran en las pastillas anticonceptivas, y un compuesto que se encuentra en el filtro de sol, el metilbencilindano-canfor
“Vimos que para el metilbencilindano-canfor la línea no generó una respuesta, pero sí lo hizo en los otros dos casos. Esos compuestos generan un efecto de unión a los receptores hormonales del cuerpo que, en ciertas dosis, puede llegar a ser perjudiciales”, resume. “Hay 70.000 compuestos que se piensa que pueden afectar la parte hormonal del cuerpo. Todavía no se ha hecho un screening de todos porque es algo relativamente nuevo”.