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De Uruguay al centro médico más grande del mundo

21/02/2023
Emigrar era uno de sus objetivos, no porque no encontrara en Uruguay un lugar para desarrollarse profesionalmente, sino para vivir una experiencia distinta. Después de varios intentos, Florencia Levin logró irse a trabajar a uno de los laboratorios más grandes del mundo, el Texas Medical Center, donde además hoy hace su doctorado sobre células embrionarias humanas.
*Florencia Levin en el laboratorio en Baylor College of Medicine, donde realiza su doctorado*

¿Cómo fue el proceso para ir a trabajar al exterior y luego aplicar para el doctorado?

Desde que comencé la carrera de Ingeniería en Biotecnología, emigrar para continuar adquiriendo nuevos conocimientos estaba en mis objetivos. No porque Uruguay no fuera una buena opción, sino porque la experiencia y el crecimiento que te otorga vivir y trabajar en el exterior es inigualable. Además, en una carrera como esta, tener la oportunidad de desarrollarte profesionalmente en países vanguardistas es invaluable.

Solamente tenía dos requisitos: irme por mi propia cuenta y ser libre de poder volver o no a Uruguay. Mis esfuerzos para emigrar comenzaron un año antes de irme. Busqué oportunidades en todo el mundo y apliqué a institutos y becas que sabía que no estaban a mi alcance. Pero no hay peor intento que el que no se hace. La verdad no fue nada fácil, quedé seleccionada para una beca de maestría en España y al mismo tiempo me salió una oportunidad muy interesante en Chicago, que luego se derrumbó un mes antes de irme.

Todos esos obstáculos no hicieron más que motivarme a seguir buscando oportunidades. Ahí fue cuando acudí a quien fue mi mentor de tesis y profesor de Biología Molecular en la facultad, el PhD José Badano, quien siempre me apoyó en mi búsqueda.

Fue él quien me motivó y me dijo que un "plan B" podía ser contactar a Baylor College of Medicine (BCM), donde él hizo su doctorado, y pedir una excepción para aplicar al doctorado, ya que en ese momento las inscripciones ya estaban cerradas. Eso hice, salí del laboratorio directamente a escribir ese mail, contando mi situación y obtuve una respuesta que, literalmente, me cambió la vida.

El director del programa del doctorado Development, Disease Models and Therapeutics, Andrew Groves, me dijo que no era posible hacer esa excepción, pero que podía enviar mi currículum a todos los laboratorios de la universidad a ver si alguien estaba interesado y que quizás me podía ir un año antes a trabajar, ganar experiencia y luego aplicar al doctorado.

Entonces, puse manos a la obra. Hice cinco o seis entrevistas por Zoom con laboratorios de BCM hasta que me crucé con quien hoy es mi jefe, Bruno di Stefano. Congeniamos desde el primer momento. Él confió ciegamente en mí y me hizo de “sponsor” para la visa y para que yo me fuera a trabajar a su laboratorio.

Pasé de trabajar con Zebrafish a trabajar con células embrionarias humanas (que ahora me apasiona). Un día le pregunté a Bruno por qué había confiado en mí y por qué me había seleccionado, aun sabiendo que no tenía las herramientas para trabajar en esta área. Su respuesta fue: “Por tu actitud y tus ganas. Las herramientas se enseñan”.

Así fue como llegué a trabajar en el centro médico más grande del mundo: Texas Medical Center. Trabajé desde mayo de 2021 hasta julio de 2022 y luego comencé mi doctorado.

Las inscripciones para el doctorado abrieron en setiembre de 2021. Yo ya estaba convencida de que quería seguir en el laboratorio de Bruno y puse todos mis esfuerzos para que eso sucediera. Comencé a escribir las cartas para aplicar dos meses antes, ya que son largas. Una contando sobre mí experiencia relacionada a la ciencia y la otra, específicamente, sobre por qué quería hacer un doctorado. Algo que suena tan fácil, me llevo dos meses de idas y vueltas. Pero luego de enviar las cartas, me eligieron para pasar a la etapa de entrevistas. Tuve las entrevistas un viernes y el lunes siguiente me llamó el director del programa para decirme que me habían elegido y querían que formara parte de su programa. La felicidad fue inmensa. Luego de casi dos años de esfuerzo, lo había logrado.

En definitiva, todo requirió una excelente base de conocimientos, mucha convicción, esfuerzo personal, y una pizca de suerte. Aunque la verdad es que la “suerte” no es nada más que una oportunidad encontrándose con una persona preparada para aprovecharla.

Graduada en Ingeniería en Biotecnología

¿En qué te encontrás trabajando?

Como mencioné anteriormente, me encuentro trabajando en el Laboratorio de Bruno di Stefano en Baylor College of Medicine. El tema central del laboratorio es Biología del Desarrollo. Específicamente, se centra en el estudio de los mecanismos moleculares que controlan las decisiones del destino celular.

Esto significa que estudiamos qué hace que una célula madre (células con la capacidad de diferenciarse en cualquier tipo de célula en nuestro cuerpo y muy estudiadas en medicina regenerativa) decida convertirse en una célula muscular, epitelial o cualquier otro tipo. Esto también se extiende, por ejemplo, a enfermedades como el cáncer. Qué hace que una célula completamente sana y con identidad definida, decida cambiar su identidad y convertirse en una célula cancerosa.

Mi proyecto se centra en entender qué regula y cómo están reguladas las primeras decisiones celulares durante el desarrollo humano. En definitiva, cómo a partir de una o dos células podemos formar un ser humano, qué implica este proceso, qué está pasando en estas células, cómo saben que tienen que hacer en la siguiente división para, finalmente, formar un ser humano.

Para hacerlo más interesante, nosotros compartimos alrededor de un 70 % de nuestros genes con ratones y casi un 98 % con chimpancés, y las etapas tempranas del desarrollo (desde un punto de vista genético) son muy similares. Sin embargo, cómo puede ser que seamos tan distintos. Acá es donde se pone en juego la parte de nuestro ADN, que no son genes y que alguna vez se clasificó como “ADN basura” (llamados elementos transponibles). Entonces, es en este “ADN basura o no codificante" donde recaen las diferencias entre las distintas especies.

Resumiendo, mi estudio se centra en cómo este ADN no codificante controla la expresión de genes durante el desarrollo, y cómo estos elementos impactan y diferencian el desarrollo humano de otras especies como el ratón.

¿Sentiste que la carrera te preparó para trabajar en un laboratorio de primer nivel?

La Universidad ORT Uruguay es espectacular. Incluso me atrevo a decir que, en muchos casos, yo estaba mejor preparada que estudiantes de Estados Unidos y Asia. Si tuviera que destacar una cosa sobre la carrera de Ingeniería en Biotecnología es el entrenamiento práctico que tiene. Haber cursado en laboratorios prácticos individualizados de todas las áreas científicas (biología molecular, biología celular, química, biología vegetal, microbiología, etc.) es una ventaja inigualable.

Otro aspecto destacable son sus docentes. Hay excelentes profesores y científicos. De hecho, gracias a la facultad conocí a José Badano y terminé trabajando en su laboratorio en el Instituto Pasteur de Montevideo. A decir verdad, esta conexión fue mi trampolín a Estados Unidos.

¿Qué destacás de estudiar biotecnología?

A mí la biotecnología me encanta, desde todo punto de vista, como concepto y como trabajo. Personalmente, la oportunidad de utilizar la ciencia y desarrollar conocimiento que pueda, en definitiva, ser aplicado o convertido en un servicio que ayude o impacte a alguien más, me parece increíble.

Es una profesión dinámica. No es el tipo de trabajo que sabés lo que va a pasar o a lo que te vas a enfrentar todos los días. Desde mi trabajo y experiencia, nunca sabés cuál va a ser tu siguiente descubrimiento, y eso es lo que me gusta.

Es una carrera desafiante porque el mundo avanza rapidísimo y creo que eso también es destacable. Pero, por sobre todo, la biotecnología es versátil y las salidas laborales, me animaría a decir, son casi infinitas. La carrera te prepara para que puedas trabajar como investigador en un laboratorio, ser un emprendedor, o en cualquier rubro asociado a los bionegocios.

 

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