Gimena empezó a sentirse atraída por la computación ya en 4.o de liceo, durante las clases de informática: “sentía que tenía facilidad y que me gustaba”.
A partir de esa sensación comenzó a recoger información sobre carreras que estuvieran relacionadas con la tecnología, pero sin embargo solo encontraba carreras de ingeniería. “No tenía un perfil de ingeniera, quizá por prejuicio pero sentía que no era lo mío”, cuenta.
“Cuando vine a la Universidad ORT descubrí la licenciatura, una carrera que integra negocios, clientes y tecnología, y supe que era lo que quería”.
Antes de finalizar sus estudios ya empezó a trabajar, primero cuatro horas, luego ocho. “No me fue difícil encontrar trabajo, yo soy muy curiosa y cada tanto entro al Portal de Graduados para ver qué se está pidiendo, qué perfiles son los más buscados, qué empresas son las que buscan, si piden senior o junior”.
En esa búsqueda encontró un llamado para trabajar en Falabella, Chile. “No estaba en mis planes irme a vivir a otro país, quería independizarme pero no tanto”, ríe.
“La propuesta decía que se estaba buscando los mejores talentos tecnológicos y que era requisito excluyente tener excelente escolaridad. A pesar de mis dudas de hasta qué punto una buena escolaridad te hace un buen profesional, mandé el currículum”.
A partir de ese momento comenzó un largo proceso de pruebas y entrevistas. “Hice una prueba online, tuve una entrevista personal acá en Montevideo, luego viajé a Chile y por último una entrevista por Skype”.
En el viaje a Chile, que Gimena creía que iba solamente a conocer las oficinas de la empresa, vivió la parte más complicada. “Tuve miles de reuniones en una tarde, recuerdo que vino una chica con un Word lleno de preguntas y sentí que me pasaba la carrera por la cara. Desde herencia que damos en Programación I hasta los patrones de diseño que vemos en Diseño de Aplicaciones, pasando por Base de Datos”.
Con tan solo 24 años Gimena logró quedarse con el puesto y superar a 50 personas. “Mi trabajo va a ser de desarrolladora para el banco de la empresa, voy a formar parte de un equipo con personas de toda Latinoamérica”.
“Empiezo a trabajar el primero de agosto, el primer mes me voy a un hotel pagado por la empresa, y luego me ayudan a conseguir un apartamento. También me cubren la mudanza, el pasaje y los trámites de la visa”.
Gimena está nerviosa pero entusiasmada con el nuevo desafío. Volverá a Uruguay para la ceremonia de graduación en el Solís y además continuará desarrollando el proyecto con Aldeas Infantiles que empezó en su tesis. “Hicimos un videojuego para el proceso de independización de los adolescentes y voy a seguir trabajando con eso desde allá”.