En esta entrevista ambos compartieron sus reflexiones sobre la enseñanza, los desafíos superados y la relación con sus estudiantes.
La sorpresa del reconocimiento
Para Juan Pablo Carbonell, el premio fue una alegría enorme y una validación de su trayectoria docente. “Es un placer saber que la universidad confía en mí y reconoce mi trabajo”, expresó. Por su parte, Mauricio Améndola confesó que no se esperaba el galardón. “Pensé que mis chances eran remotas, pero cuando escuché los mensajes de los estudiantes, fue un honor inmenso”, comentó.
Los valores que guían su enseñanza
El amor por la docencia es el motor de Juan Pablo. “Disfruto estar en el aula, generar diálogo y fomentar la participación activa”, afirmó. En sus clases, el respeto y la curiosidad son pilares fundamentales.
Para Mauricio la clave es la dedicación y el esfuerzo. “Transmito a mis estudiantes la importancia de dar lo mejor de sí mismos. No me gustan las cosas a medias tintas”, aseguró.
El impacto positivo en los estudiantes
“Que los estudiantes se sientan valorados y tenidos en cuenta es esencial”, destacó Juan Pablo. Conocer sus nombres, saludarlos en los pasillos y prestar atención a sus logros individuales son gestos que marcan la diferencia.
Para Mauricio la clave está en comprender las motivaciones y realidades de cada grupo. “Cada semestre es diferente y requiere conectar con ellos desde el inicio”, explicó.
Desafíos que se transforman en aprendizajes
Ambos docentes coinciden en que la pandemia fue uno de los mayores desafíos. Para Juan Pablo, la transición de la presencialidad a la virtualidad fue difícil. “No poder ver las caras de mis estudiantes fue frustrante”, admitió. Para superarlo, creó grupos de comunicación directa con sus alumnos, compartiendo materiales, fotos y videos.
Por su parte, Mauricio enfrentó su primer semestre como docente en plena pandemia. “Tuve que enseñar con material que no era mío, en un contexto de gran incertidumbre”, recordó.
La gratificación de ser docente
“Sentir que estoy en el lugar correcto y tener ganas de ir a trabajar cada día es impagable”, declaró Juan Pablo. Para él, el valor humano de la universidad es una fuente constante de satisfacción.
Mauricio señaló que lo más gratificante es contribuir al desarrollo de los estudiantes, tanto profesional como humano. “No solo formamos a futuros profesionales, también acompañamos su crecimiento personal”, enfatizó.
Los estudiantes como fuente de aprendizaje
El contacto con sus estudiantes transformó la forma de ver el mundo de Juan Pablo. “Aprendí a entender que cada persona tiene su historia, sus problemas y sus motivaciones”, reflexionó. También aprendió a aceptar que no le caerá bien a todos, pero que ser fiel a su versión genuina siempre será valorado.
Mauricio por su parte destaca el aprendizaje continuo de sus estudiantes. “Cada semestre aprendo cómo llegarles mejor. Algunos necesitan demostraciones prácticas, otros más hands-on, señaló, destacando la importancia de la flexibilidad en la enseñanza.
Mentores que inspiran
Tanto Juan Pablo como Mauricio tienen figuras de inspiración que marcaron sus carreras docentes.
Juan Pablo recuerda con cariño a sus profesoras de Matemática y Literatura del liceo, así como a docentes de la facultad que se convirtieron en referentes. “Quiero ser el docente que inspire a las nuevas generaciones, como ellos lo hicieron conmigo”, expresó con gratitud. Además, destacó a Nora Szasz y Álvaro Tasistro como sus actuales mentores. “Ambos me incentivan a mantenerme enfocado en los estudios, la investigación, la curiosidad y la filosofía. No solo quiero ser un docente como ellos, sino también una persona íntegra y generosa como ellos”, afirmó.
Mauricio mencionó a Christian Huelmo, su docente de liceo, como su principal mentor. “Gracias a él di mis primeros pasos en Linux y me inspiró a mantenerme en constante aprendizaje”, relató.