“Abrimos sus cabezas desde que entran” dice Carlos Sanguinetti, coordinador de la Licenciatura en Biotecnología de la Universidad ORT Uruguay y lo dice con orgullo.
El orgullo se basa en varias razones. La primera y fundamental es que la licenciatura tiene a sus primeros 18 egresados. La segunda es que los 15 trabajos finales que presentaron los recientes egresados demuestran que tiene razón: salen con “otra cabeza”.
Es que durante los cuatro años de formación los estudiantes que cursan la licenciatura aprenden mucho sobre las prácticas de laboratorio, las normas de calidad, los bionegocios y la gestión empresarial. Pero, sobre todo, aprenden algo más intangible: la posibilidad de generar valor económico con la ciencia.
“La biotecnología tiene en su base la posibilidad de hacer dinero con ella. Nosotros desde que ingresan a la carrera los concientizamos de eso”, continúa Sanguinetti. “Durante toda la formación se les inculca esa concepción. Eso es lo que no había en Uruguay”. Las 15 tesis que presentó la primera generación de licenciados en Biotecnología en Uruguay son la evidencia empírica de esa preocupación.
Entre algunos programas de informática aplicados a la biotecnología, estudios de biología molecular e intentos por mejorar los productos y procesos biotecnológicos vinculados a la industria del queso y del vino, las tesis también muestran que el desarrollo biotecnológico del Uruguay está más cerca de lo que en 2008 se proponía el Gabinete Ejecutivo, cuando definió al sector biotecnológico como prioritario en el marco de una estrategia de desarrollo industrial.
Por esa misma fecha surgía y crecía la idea de que la Universidad ORT Uruguay tuviera una Licenciatura en Biotecnología, la primera carrera de grado en Uruguay dedicada a esta área de conocimiento. Dos años después se inscribían los 50 estudiantes de la primera generación en un proyecto que se concretaba con el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).
“El negocio de la biotecnología en Uruguay, que está terminando de ser relevado ahora por el Consejo Sectorial Tripartito de Biotecnología, es un negocio importante”, explica Sanguinetti cuando se le consulta la relevancia que a nivel nacional tiene la formación en esta área.
“Si uno compara la industria del vino y la de la biotecnología cualquiera diría que la del vino es mucho más importante. Sin embargo, los números muestran algo totalmente diferente. Uruguay exporta en un solo producto veterinario lo mismo que toda la industria del vino. De esas exportadoras de productos biotecnológicos veterinarios hay por lo menos cuatro nacionales. Pero después hay un montón de áreas que la gente desconoce que son biotecnología”, concluye.
Por Biotecnología se entiende cualquier aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos, organismos vivos o derivados para generar o modificar productos y procesos para usos específicos. Eso hace que esta disciplina tenga múltiples ramas y que sus aportes puedan atravesar horizontalmente el mapa productivo uruguayo.
Pero, pese a ser considerada desde hace décadas una posible mina de oro, la biotecnología como sector no ha logrado llegar a un punto de desarrollo que permitiera su ebullición.
“Nuestra lectura es que con la biotecnología sucedía lo mismo que con las tecnologías de la información (TIC) en los 70. Cuando se formó gente y se inyectó gente formada el área explotó, pero eso solo sucede en la medida que haya gente capacitada y en cantidad suficiente”, explica Sanguinetti.
Hasta ahora los técnicos en biotecnología en Uruguay se formaban reciclados desde otras profesiones: química, ingeniería, biología y tras años de experiencia de trabajar en distintas industrias. Esto hacía que la mano de obra fuese costosa y difícil de conseguir. El objetivo de la licenciatura, entonces, es nivelar la demanda de recursos humanos del sector ofreciendo técnicos formados que necesitan un proceso de inducción mucho menor del que era necesario hasta ahora.
Los trabajos finales de esta primera generación también prueban que las horas de curso lograron ese objetivo. Desarrollados dentro del marco académico que delimita a una tesis, muchos de ellos se plantearon a partir de problemas que presentaron algunas industrias o instituciones como el Instituto Pasteur.
“Hábilmente nosotros trabajamos con la industria”, dice Sanguinetti. “Entonces el sector conoce e incluso tiene posibilidades de testeo en el desarrollo de las tesis. Eso es lo que me parece más valioso, las industrias han generado espacios porque ven en el perfil del egresado nuestro alguien que va a aportar”.